11 de abril | TODOS
«Aconteció que estaban unos sepultando a un hombre cuando súbitamente vieron una banda armada; entonces arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo. Pero tan pronto tocó el muerto los huesos de Eliseo, revivió y se puso en pie» (2 Rey. 13: 21).
Las bandas armadas de los moabitas caminaban de cumbre en cumbre. Se movían como galgos hambrientos, buscando la presa. Israel sufría, padecía las miserias que los rebeldes y desobedientes reciben como resultado de su alejamiento de Dios. Israel jugaba con la gracia divina. Cuando el dolor llegaba, buscaba a Dios; pero cuando las pruebas pasaban, se volvían a los ídolos. Ni siquiera los poderosos ministerios de Elías y de Eliseo habían sido capaces de promover una reforma completa en aquel pueblo de dos caras. Con una servían al Señor, mientras que con la otra adoraban a los baales de las cumbres. Pero ahora, por esas cumbres caminaban bandas armadas de moabitas, trayendo la destrucción en sus manos.
En los campos abandonados de Israel, unos hombres estaban a punto de enterrar un cadáver cuando fueron sorprendidos por una de esas bandas enemigas. En el versículo de cabecera leemos lo que entonces aconteció, incluida la sorprendente resurrección. ¡Milagro! ¡Milagro sin igual! Jamás en la historia bíblica hallamos otro milagro semejante.
¿El contacto del cuerpo muerto con los huesos del profeta Eliseo trajo de vuelta a la vida al pobre condenado? Es lo que nuestros ojos verían y deduce nuestra mente. Pero el mensaje que Dios quería darle al pueblo era que, a pesar de que las bandas enemigas y armadas se acercaban, si el Dios de Israel podía devolver la vida a un cadáver, era también capaz de defenderlos.
No hay enemigo tan poderoso que pueda anular la acción del Señor. Y también nosotros podemos resucitar espiritualmente en contacto con la Palabra de Dios transmitida por profetas ya desaparecidos, en la medida en que en ella alienta el Espíritu divino.
En Acción
Nada está perdido para los que confían en él. Hoy puede ser el día de tu resurrección.